Cuando hablamos de Sacerdocio el común de las personas tiende a vincular este concepto a lo que por miles de años hemos comprendido desde una visión cultural, principalmente desde una visión religiosa, donde viene casi inmediatamente a nuestra mente la imagen del cura vestido de sotana o vestiduras características de su institución, pero no solamente asociamos el concepto de sacerdocio a una forma de vestir, o como una opción de vocación que una persona puede tener en su vida, como lo podría ser un ingeniero, un diseñador o un contador, sino que asociamos el concepto de sacerdote a un historia y a una carga histórica que hay en este concepto, lo asociamos a personas que no viven la realidad del mundo, la que todos vivimos cotidianamente, lo asociamos a hombres, no mujeres, que dejaron de vivir como el resto de las personas y se dedicaron a estudiar durante muchísimos años y no tiene ni los conflictos ni los problemas que tenemos todo el resto de los seres humanos, una especie de seres elevados, que en estos tiempo de crisis cada vez menos personas respetan y consideran como exponentes de virtudes y valores humanos. Los miles de años de religiones con las que los seres humanos hemos vivido no dan espacio a que pueda concebirse o asociarse a algo diferente a este concepto.
De acuerdo a lo que definimos como sociedad, así como el médico se dedica a intentar sanar enfermos, definimos que los sacerdotes son aquellas personas que, por ejemplo, en la iglesia católica se dedican a ofrecer sacrificios, o tareas propias de su rol pastoral dentro de la institución, es decir, no concebimos al sacerdote fuera de esa institucionalidad o religión y tampoco los concebimos separados de la idea de un rebaño de personas que necesita de él, su gente, sus feligreses. Esto en líneas muy generales es lo que con justa razón muchas personas piensan sobre el concepto del sacerdocio.
Ahora, si profundizamos y nos hacemos preguntas sobre el sentido más profundo del concepto del sacerdote, entonces puede ser que nos sorprendamos bastante, porque hay en él varios elementos que posiblemente muchas personas no se han detenido a observar.
Si partimos de la base de que el ser humano tiene un elemento en su constitución, que es trascendental, es decir, que va más allá de su condición material y emocional, y que llamaremos espíritu, entonces tiene condiciones para colocarse de frente a una realidad superior, a la que llamaremos Dios. Cuando el ser humano conciente de ese elemento común entre su mundo espiritual y Dios, y opta por descubrirlo y conocerlo, colocandose bajo su guía y orientación, llevando a su propia vida las prácticas que Dios le enseña, para los objetivos y planes de Dios, entonces nace una relación entre un ser humano y una Divinidad. Una relación que implica una reciprocidad con una realidad que no es humana ni terrenal. A eso llamamos Sacerdocio.
El Sacerdocio Cristico no es un sacerdocio institucional, nunca lo fué, por el contrario es en esencia el vínculo, la reciprocidad pactada con Cristo cuán Divinidad, para servir a su causa de liberación, como siempre se supo que era desde antes de su encarnación en Jesús, pero que en el paso de los años, el hombre tomó esto para sus propios planes, propósitos y beneficios, vaciando así de sentido un pacto llamado Sacerdocio. Así también Cristo en su encarnación y en su intervención en esta tierra cambia la antigua ley para dar nueva Ley de Vida a todos los seres humanos y por consiguiente cambia también el antiguo Sacerdocio judio, “Porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley. Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar.” Hebreos 7, 12-13
La pregunta es, si Cristo es un Dios, que intervino en un tiempo, en una realidad, en lugares diversos, ¿por qué hoy no volvería a intervenir de un modo diferente, pero siempre acorde con la realidad y tiempos que vivimos si hay personas que tienen la fe, la confianza, la inocencia para reconocer esta intervención espiritual? El ser humano antes de Cristo se encontraba en una condición espiritual mermada, no tenía acceso al espíritu, mas el plan de salvación apuntaba a la liberación espiritual de los seres humanos, es entonces, que en los hechos de salvación, Cristo cambia esta condición y abiertos son los cielos para que todo ser humano pueda acceder a las instancias espirituales superiores para continuar con un plan que había quedado detenido. Todo esto fue entregado a los humanos sin hacer nada a cambio, solamente por Gracia, así esta dádiva colocaba al ser humano en un nueva condición para retomar el Plan de Salvación de Cristo.
Ese Sacerdocio que Cristo entrega a los hombres, ese sello, ese poder espiritual es el Sacerdocio que Él mismo pide a las personas que están dispuestas de servir, para que este Plan de Salvación continúe, y no se vuelva a repetir la historia que por tantos años retrasó la segunda venida del Cristo. El Sacerdocio que Cristo restaura para ejercerlo en estos tiempos no es una exclusivo de unas pocas personas, no es exclusivo de hombres o mujeres, o de un cierto pueblo, etnia, raza o país, sino que está disponible para toda personas de fe que esté dispuesta a colocarse al servicio de Cristo y su Causa.
Hoy no es extraño para nadie, confesar que vivimos tiempos convulsos, de permanente crisis y nos movemos en un entorno cada vez más incierto y caótico, pareciera ser que cada día que pasa, las crisis internas o externas siguen siendo más intensas, e incluso más sorprendentes, porque cada día que pasa seguimos viviendo aquello que de seguro no queríamos asumir. El ser humano en el paso de los años ha tenido diversos efectos producto de sus propias decisiones, fuimos creados libres, y es aquí donde nuestra prueba de administración hoy arroja resultados y evidencia de que en algún punto del camino hemos perdido el rumbo. Nos es Dios responsable de nuestras decisiones, pero aquí nos colocamos de frente a un punto fundamental, que es hacernos cargos de nuestras propias decisiones como humanidad, y eso implica, partir por nosotros mismos, es aquí donde nuestra Fe juega un rol clave, entendiendo que la fe no es una idea, sino que una convicción que me lleva a vivir estos tiempos de acuerdo a mi verdad interior, esa coherencia, esa opción interior que se refleja en cada una de mis acciones en los diversos aspectos de mi vida, tendrá efecto en los otros, si hemos llegado a este punto definitivamente hoy no podemos quedarnos en el silencio y mientras vemos que el sistema del mundo y sus engranajes sigue ahogando a las personas de bien.
Quizás no muchas personas se hacen la pregunta, pero si hacemos una rápida búsqueda por la web no es difícil sacar algunas conclusiones, como por ejemplos que cuando buscamos “bautizo” la mayoría de la información que nos arroja nuestro navegador está ligada a todo tipo de sitios, desde centros de eventos, sitios de planificadores de fiestas y también al ritos religiosos ejecutados por diferentes religiones del ala judeo cristiana.
Ahora bien, cuando vemos los sitios relacionados con el credo religioso sobre este tema no utilizan la palabra bautizo sino que ocupan el concepto de bautismo. Y si buscamos el concepto de bautizo en la real academia entonces nos encontraremos con la definición de qué es la acción de bautizar, bajo esa lógica entonces no es raro que el bautizo se haya transformado en un “evento”, “actividad social” ligada al rito de bautizar. Pero aquí entramos en un punto fundamental de esta pregunta inicial ¿bautizo y bautismo no son lo mismo? Definitivamente NO, hasta ahora aún no hemos tocado el concepto de bautismo que sí se describe en las diferentes publicaciones de las iglesias. Para la RAE en una de sus definiciones no hay ninguna diferencia, son lo mismo, sin embargo otras apuntan a una diferencia mencionando como un Sacramento, el primero en muchas iglesias cristianas, aquí entonces está lo que desata el nudo a nuestra pregunta. Porque debemos resolver el siguiente misterio, ¿Qué es un Sacramento? Pues bien, la palabra sacramento tiene su origen en la palabra latina sacramentum, que se compone de 2 expresiones, una que es “sacrare”, que significa ‘hacer santo’, y por otra parte el sufijo “mentum”, que quiere decir ‘medio para’. Osea tenemos un medio para ejecutar o hacer en modo Santo o cosas Santas. Así, con esta simple distinción cabe preguntarse ¿Este es el concepto que las personas le hemos dado al concepto del bautismo durante nuestra vida? ¿Este es el concepto que aplican las iglesias a la vida cotidiana, de aquel que hace parte del uso de los medios santos?
Si el Bautizo de acuerdo a su uso cultural está asociado al acto o ritual social que se vuelve iniciación de alguien a algún grupo, entonces no es este un asunto que en mi caso me interesa tratar, porque eso ya marca una diferencia con el bautismo, pero donde sí me quiero detener, es que en el sacramento del Bautismo, los Cristicos tenemos grandes diferencias en el sentido y propósito de este acto sagrado, en primer lugar, porque el acto Bautismo no tiene ninguna relación con la pertenencia eclesiástica o a una comunidad religiosa o comunidad social entre personas de fe, sino que tiene relación con un hecho espiritual que ocurre en la persona que en conciencia, opción y libertad opta por la iniciación a una vida con la mirada puesta en el espíritu, o dicho de otro modo, con dar inicio a una vida espiritual que antes de la opción no existía, es decir, el sacramento del bautismo está ligado a un cambio en mi modo de concebir la vida habiendo realizado un pacto con Cristo Dios, por lo tanto toda mi vida queda enmarcada en este acuerdo que tiene orden, mandatos, propósito y causa.
Desde la ejecución del pago en la cruz por la deuda de Caín, que Cristo en Jesús realiza, y especialmente habiendo Cristo restaurado el espíritu en el ser humano en el hecho de los tres días, toda la especie humana queda bajo una nueva condición, una nueva realidad espiritual, pasando de vivir bajo ley de muerte o pecado (deuda) a Ley de Resurrección, es decir, ya no se muere, sino que se pasa por la muerte, lo que implica pasar de cuerpo carnal a cuerpo espiritual. Entonces al nacer el ser humano bajo esta nueva condición, sin deuda, sin pecado, es decir limpio, nadie necesita bautismo, pues no se puede limpiar aquello que ya está limpio. Es decir, no se bautiza a alguien para purificarse de aquello que de lo cual ya fue purificado, sino que se bautiza para sellar un pacto, un acuerdo con la Divinidad.
Nadie pacta o acuerda con un Dios sin saber qué es lo que está acordando y para qué acuerda algo. Si Cristo cambió la condición del ser humano, y en el hecho de los tres días liberó el espíritu en el hombre, cerró los abismos, le arrebató la potestad de la muerte al demonio y por ende el ser humano no irá al infierno sino es porque ha pactado con las fuerzas del mal. Entonces ¿Cuál sería el sentido de pactar con Dios? ¿Para qué una persona de Fe tendría que hacer un acuerdo con Dios si ya ha sido purificada?
Entonces cuando vamos mirando estas preguntas la causa espiritual se hace cada vez más
clara, porque efectivamente Cristo declaró que tiene un Plan y que encarnó por Plan del Padre, entonces cabe preguntarse ¿Cuál es ese Plan? ¿Qué es el Plan de Salvación? El bautismo finalmente liga a la persona de fe en Cristo a un Plan y pactamos con Cristo para servir a su causa, para servir al Plan del Padre como el mismo Cristo encarnó en Jesús para servir y cumplir con la voluntad del Padre, así también Cristo mostró esta realidad espiritual diciendo “No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.” Mateo 7, 21-27.
Las herramientas espirituales son justamente para comprender la realidad del Espíritu, y quienes tienen la disponibilidad para conocer su propio espíritu podrán aplicar no solo las herramientas espirituales, sino que todo lo que reciban de Cristo por medio del pacto que da inicio a la vida de servicio a La Causa de Cristo y del Padre, el Bautismo.
En el contexto de la invasión a Ucrania hace casi un año, en diversos medios de comunicación se escuchaba un testimonio particular de una mujer chilena que se encontraba en Ucrania en los momentos de la invasión y al igual que muchos extranjeros, y los mismos ucranianos, comienzan a vivir un infierno. Cuando por una parte muchos no saben qué hacer mientras ven cómo su país comienza a ser invadido y miles de sus compatriotas son aniquilados, quienes son extranjeros que han sido recibidos por esta nueva patria, ante el riesgo y el miedo solo quieren salir para volver a encontrarse con quienes aman y volver a sus lugares de origen para encontrar refugio. Así fue el caso de Fernanda, que a las pocas horas de contar la situación que vivía ya había sido visibilizada por diferentes medios de comunicación tradicionales. Su caso fue largamente difundido y seguido por los medios donde mencionaba que quería salir de Ucrania, pero que se encontraba además en un conflicto importante puesto que su novio Ucraniano tenía prohibición de salir del país y que con seguridad sería enviado a la guerra en contra de su voluntad.
No podemos dejar de mirar el mundo hoy, sin considerar especialmente ciertos acontecimientos ocurridos en los últimos 120 años, en los cuales el ser humano ha presenciado guerras mundiales, industrialización y avances tecnológicos jamás vistos.
Es sabido que desde siempre hemos sido en esencia nómades, sin embargo, los sistemas sociales que fuimos construyendo nos llevaron a olvidar esta antigua realidad y hoy nos resulta extraño asimilar el “fenómeno” de la migración. Esto sienta un precedente porque el escenario global actual es único.
En las constituciones de muchos países que han entrado en conflictos o situaciones de alta tensión está estipulada la llamada ley marcial y de movilización general donde existe supresión o limitación de derechos de los ciudadanos en contextos de desorden o desestabilización del orden imperante en el país. Donde hombres en edad de cargar armas están obligados a enlistarse en el ejército y ser parte de los movimientos armados del país. Y quizás para muchas personas el colocarse de frente al drama de ser invadido por otras naciones esta imposición tiene todo sentido y lógica, pero ¿Qué pasa cuando quién es afectado por esa situación se le obliga incluso a ejecutar actos que van en contra de su propia conciencia?
Alguien en otros tiempos podría pensar que colocarnos de frente a esta posibilidad sería exagerado o, lisa y llanamente, preferiría no abrir una posibilidad de objeción de conciencia aludiendo a la crítica situación vivida por el propio país y sus ciudadanos. Pero al escuchar el caso de Fernanda queda claro que más allá de las opiniones habrá sentencia y juicio (probablemente dura) en contra de quien se niegue a tomar las armas, porque en estos casos de nada sirve la objeción de conciencia de los ciudadanos que consideran que la violencia nunca ha sido el camino para la prosperidad y el bienestar de todos, sino que por el contrario solo sirve a algunos pocos. Luego de varios meses Rusia comenzó a llamar reservistas de las regiones más pobres del país, donde quienes no tienen los recursos para escapar del país nada pueden hacer, y han sido las mujeres quienes han salido a enfrentar a los agentes del estado gritando “Queremos Paz”.
Entonces ¿cómo enfrenta esta situación un ser crístico? ¿Qué puede hacer aquel que busca la Paz, trabaja por la paz, pero que sin embargo no puede, por Ley, abstenerse de tomar un fusil y dar muerte a otro ser humano? ¿Qué opción tiene aquel que quiere Paz y aboga por la Paz usando las herramientas de la Paz?
Aquí es donde la visión espiritual y la fe son el sustento en la persona de Paz, porque para los Cristicos es de vital importancia tener claridad de que vivimos una “realidad” que no es de luz, sino que por el contrario vivimos en un sistema que ha sido construido en base a la posesión, la violencia y una falsa idea de libertad. Por lo tanto la Paz es una opción de conciencia de la persona, y por lo mismo es importante saber que en un mundo de guerra y maldad, nuestra opción por la Paz tendrá costos, y serán las herramientas espirituales las que nos darán luz y claridad sobre cómo debemos actuar de frente a la brutalidad de la guerra. Somos seres libres y la decisión de la Paz es interior, será entonces nuestra opción interior aquella que, entendiendo el contexto que vivimos, nos dará la fortaleza para que desde la mirada interior podamos orar a Cristo y recibir las claridades de cómo enfrentar estos tiempos de Tribulación.
“Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz”, declaró una de las canciones más conocidas de John Lennon, llevamos décadas escuchando esa y miles de canciones que pregonan la intención de vivir en paz, ruegan por sociedades justas, donde no haya dolor o sufrimiento, ni hambrunas, ni niños maltratados, un mundo sin guerras y ni fronteras, donde todos los seres humanos podamos compartir esta gran casa llamada “tierra”
Si vamos más atrás en la línea de tiempo habrán quizás más obras de diversos tipos que plantean exactamente la misma intención. Porque el arte no es exclusivo de una época o una moda, el arte se ha hecho escuchar durante miles de años en millones de obras que llevan al ser humano a la reflexión. En la plástica, la música, la pintura, la literatura, la dramaturgia, etc. ¿Pero qué efectos han tenido los diversos tipos de expresiones de arte que han abogado por que el ser humano cambie sus modos de vivir? ¿Que nos asegura que esta vez podamos realmente hacer un cambio…?
Pareciera ser que mientras más intenciones hay en el mundo por hacer cambios duraderos, hay un choque de fuerzas invisibles en la tierra que hacen que este cambio se vea cada vez más lejano, y por ende, no pase más allá de ser solo un “imaginar”, una esperanza.
Mucho se ha escrito, pintado, cantado y esculpido sobre el tema, pero entonces cabe preguntarse ¿dónde están las claves del cambio? El cambio es por definición, acción y efecto de cambiar, cambiar es por definición, dejar una cosa o situación para tomar otra.Solo podremos dejar de imaginar cuando estemos en grado de dejar algo para poder tomar otras cosas, dejar nuestras costumbres, nuestra comodidad, incluso dejar lo que consideramos “nuestro”. Hay una declaración de dimensiones realmente fuera de nuestra humanidad que Cristo estando en Jesús declaró: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará.” (Lucas 9;23-24)
¿Será que los hombres, artistas o no, famosos o no, poderosos o no, comunes o no, no hemos estado dispuestos a renunciar a algo que podría provocar cambios?
Si continuamos leyendo este pasaje y tomamos el mensaje de Cristo, no como un maestro o solo como un hombre sabio, sino que como un Dios encarnado, que viene directamente de un origen que no es humano, sino celestial, nos daremos cuenta que Cristo coloca el énfasis en el “sí mismo”, en algo más profundo que habita en el ser humano, en su esencia más profunda, desde donde el ser puede discernir su entorno, pero por sobre todo, su propia verdad interior.
Corría el año 1996 y en la escena musical de habla hispana se desataba un fenómeno como muchos que hemos visto y que hoy ya no es raro que traspasen fronteras e idiomas. Dos hermanas hacían bailar a las masas en miles de fiestas, discotecas y matrimonios repitiendo casi una veintena de veces la frase “Solo se vive una vez”. Obviamente el título no tenía nada de nuevo, pues estamos hablando de un dicho popular que los seres humanos hemos mencionado y difundido en diferentes circunstancias, que en general tienen un par de puntos comunes, por una parte el concepto de que hagamos lo que hagamos irremediablemente moriremos, este cuerpo carnal se descompondrá y nuestra existencia quedará en nada. Y por otro lado la idea de que vivimos en un sistema que si bien lo pudimos haber construido nosotros mismos como sociedad, no nos resulta pleno, justo, o al menos aceptable.
Así entonces nos encontramos en un lugar, donde pareciera ser que cada cierto tiempo quisiéramos desvincularnos de nuestro entorno, de nuestra sociedad y buscamos poder saltarnos ciertas normas o reglas morales, que finalmente han sido impuestas por terceros, al menos así lo sugiere una de las frases de la popular composición que pregona “Quítate la represión, ¡Que caramba!” Eso nos puede llevar a hacernos algunas preguntas: ¿Qué hace que en una fiesta todos los invitados terminen en masa gritando a los cuatro vientos que el sistema al cual pertenecen, los ha reprimido o ha coartado su libertad? Y ¿Porque se entra en una especie de catarsis colectiva que les entrega unos minutos de pseudo libertad?
Entonces surge un elemento fundamental del ser espiritual cristico, la coherencia, si nos detenemos a observar la coherencia rápidamente podremos darnos cuenta de uno de los principios que sustentan la coherencia es la verdad. Y si Cristo coloca como un punto central en el ser de verdadera fe, entonces su verdad es consecuencia natural de sus opciones, es por lo mismo que la propia opción y coherencia con su verdad es aquella que le permite vivir en la virtud de la verdad, o sea, no requiere justificarse de nada, pues su verdad esta colocada en la propia rectitud como opción personal y no adoptada como norma moral que terceros han establecido y que no necesariamente comparte o asume. Es decir, el Ser espiritual Cristico es un buen ser humano porque primero se concibe a si mismo como un ser de virtud y busca por propia opción vivir bajo esa coherencia de la propia verdad que vive en él.
Si nos remitimos a lo que JesúsCristo declara a propósito de la concepción de la vida, nos dice que esta vida humana, es pasajera y que nuestra muerte y vida carnal es un estado de transito, pero que este paso por esta tierra tiene un efecto, una consecuencia en un estado de vida distinto a la vida humana, donde nuestras acciones, nuestros actos tendrán una consecuencia en ese nuevo estado de vida, “por sus frutos los conoceréis.” Mateo 7: 15-20.
Si Cristo declara que hay vida más allá de esta, y además, deja ver que aquello que hagamos en esta vida tendrá consecuencia en instancias posteriores, esa sola declaración nos muestra que la idea o concepto de vida que podemos tener humanamente es diferente a lo que Él, siendo la encarnación de una divinidad, reconoce como “la vida”.
Podemos encontrarnos con una gran cantidad de pasajes donde Cristo encarnado en Jesús habla y declara que en Él hay vida eterna y que el Reino de su Padre no es de este mundo, que somos libres, y es por esa conciencia que podemos ir descubriendo el sentido espiritual de aquello que declara. Si somos personas de fe en Cristo, entonces debiéramos profundizar estos elementos para que desde la inocencia podamos tener la comprensión de las leyes espirituales que Cristo en Jesus entregó.
Si realmente solo se vive una vez, y al momento de la muerte todo queda en nada, no hay mayor proyección en esta condición humana, donde nacemos enfermamos, envejecemos y morimos, y donde cabe preguntarse ¿Cuál es entonces el sentido de la vida?, ¿Por qué entonces cumplimos leyes y reglas morales, sociales o de buena crianza? Si en el fondo nuestro paso por este mundo no tiene ninguna relevancia.
Por el contrario, Cristo entregó las claves trascendentes donde tenemos todo por delante para que esta vida se muestre ante nosotros como el transito a una condición de nuevo cuerpo, ya no en la carne, sino que en el espíritu que Cristo liberó en el hecho de los tres días.
Antiguamente en Chile una de las materias o asignaturas importantes, sin ser la más importante, era la que se denominaba “castellano”, y que a lo menos tenía una polémica, su denominación, debido a que lo que nos enseñaban no era precisamente la lengua castellana. Pasaron décadas para que finalmente pudiera tener un nombre más cercano a la realidad “lenguaje”.
Más allá de los nombres eso es lo que se nos enseña, y que se nos enseñe no necesariamente implica que tengamos conciencia de lo importante que es el lenguaje, y más aún la palabra, como un elemento fundamental más allá de la comunicación. ¿Somos consientes realmente de lo que decimos o a lo que nos referimos, cuando hacemos uso del lenguaje y las palabras?
Probablemente en la mayoría de la latinoamérica cristiana no exista una frase tan, pero tan dicha como la que titula esta columna, “Que sea lo que dios quiera” o simplemente “Si dios quiere”. Una frase que puede salir de la boca de cualquier persona, incluso de un ateo. Porque claro, es parte de nuestra cultura. Muchas de las frases que usamos han sido transmitidas de generación en generación y comenzamos a usarlas porque el solo hecho que de frente a una situación “esa” frase aparece de manera automática, producto de lo arraigada que está en nuestra forma de hablar.
Así entonces, cuando estamos en una situación que no podemos controlar, o aquellas donde simplemente ya no hay nada más que podamos hacer o incluso cuando ya hemos hecho todo lo posible para resolverla sin los resultados que esperábamos, viene de seguro un rotundo “Que sea lo que dios quiera”. Como resignándose a que fuerzas sobre naturales resuelvan nuestra dificultad, inquietud o cumpla con nuestros deseos que humanamente no fueron satisfechos.
Es lógico que esto ocurra cuando durante miles de años, el dios que se nos ha enseñado es un ser lejano, una especie de ente amorfo llamado Padre, o de lo contrario es ese hijo del Padre que nos mostraron en la figura de Jesús, pero que está ahí clavado en una cruz, sin poder hacer nada, porque es casi como nosotros, solo que es perfecto en su humanidad, pero hombre al fin y al cabo, y que puede ser un interlocutor válido del otro ente mayor para pedir que nuestros deseos sean concedidos.
Sin embargo si tomamos el evangelio y revisamos como Cristo de define a si mismo, uno de los pasajes más relevantes es el dialogo con la samaritana en el pozo de Jacob (Juan 4;1-42). Donde no solo a una mujer (elemento que por si solo llama la atención, para el escalafón social en el que estaban las mujeres en aquella época), sino que además samaritana (que eran los parias de la sociedad en esos años). Es a ésta mujer a quien el mismo Jesús le declara que él es la encarnación del Cristo, el Mesías esperado, Elohim Mayor hecho ser humano.
Pero si creemos que esta divinidad existe hoy, incluso más allá de aquella encarnación en Jesús, y lo concebimos como divinidad entonces no estamos hablando bajo ninguna circunstancia, de un ser humano. Por ende no habla, ni piensa, ni hace como humano, pues tiene un sentido y esencia espiritual.
Como si esto fuera poco, a la mujer no solo le declara que Él es el Cristo, sino que le entrega la clave de que todos podemos orar al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4;23), es decir se puede tener acceso a la realidad divina por medio de la oración, en espíritu y en verdad.
Entonces si podemos acceder a esta realidad divina por medio, primero de la Fe, como la honesta realidad que hay en nosotros, y luego por medio de la oración, como diálogo sincero con Cristo que es conductor a esa realidad, ¿Por qué entonces tendríamos que dejar las cosas a lo que Dios quiera? ¿Por qué no usar las claves espirituales que Cristo entregó para saber cuál es ese “querer”? Que también podríamos llamar voluntad de Dios. Porque si somos personas de Fe, entonces no necesitamos intermediarios, para saber que es lo que Dios quiere. Bastaría con disponernos en oración a que este Cristo Vivo nos hable en sus modos y conozcamos que es aquello que Él quiere.
Es válida la pregunta, pero quizás muchas veces, es más cómodo endosarle a este dios amorfo y lejano una responsabilidad que no quiero asumir, antes que darme el trabajo de dejar atrás los asuntos del mundo, para disponerme en espíritu a un dialogo que podría colocar “mi mundo” al revés.
Quizás muchas personas prefieren dejar en manos de “dios” aquello que no son capaces de hacer, o simplemente tienen miedo de que la voluntad de Dios sea algo muy diferente a que ellos quieren y por eso mejor dejar la pelota en su lado.Quizás entonces la actitud de la virtuosa humildad sería preguntarnos ¿qué será lo que Dios quiere? Y así hacernos cargo de nuestra realidad, primero espiritual, para luego comprender mejor la emocional y humana.