Corría el año 1996 y en la escena musical de habla hispana se desataba un fenómeno como muchos que hemos visto y que hoy ya no es raro que traspasen fronteras e idiomas. Dos hermanas hacían bailar a las masas en miles de fiestas, discotecas y matrimonios repitiendo casi una veintena de veces la frase “Solo se vive una vez”. Obviamente el título no tenía nada de nuevo, pues estamos hablando de un dicho popular que los seres humanos hemos mencionado y difundido en diferentes circunstancias, que en general tienen un par de puntos comunes, por una parte el concepto de que hagamos lo que hagamos irremediablemente moriremos, este cuerpo carnal se descompondrá y nuestra existencia quedará en nada. Y por otro lado la idea de que vivimos en un sistema que si bien lo pudimos haber construido nosotros mismos como sociedad, no nos resulta pleno, justo, o al menos aceptable.
Así entonces nos encontramos en un lugar, donde pareciera ser que cada cierto tiempo quisiéramos desvincularnos de nuestro entorno, de nuestra sociedad y buscamos poder saltarnos ciertas normas o reglas morales, que finalmente han sido impuestas por terceros, al menos así lo sugiere una de las frases de la popular composición que pregona “Quítate la represión, ¡Que caramba!” Eso nos puede llevar a hacernos algunas preguntas: ¿Qué hace que en una fiesta todos los invitados terminen en masa gritando a los cuatro vientos que el sistema al cual pertenecen, los ha reprimido o ha coartado su libertad? Y ¿Porque se entra en una especie de catarsis colectiva que les entrega unos minutos de pseudo libertad?
Entonces surge un elemento fundamental del ser espiritual cristico, la coherencia, si nos detenemos a observar la coherencia rápidamente podremos darnos cuenta de uno de los principios que sustentan la coherencia es la verdad. Y si Cristo coloca como un punto central en el ser de verdadera fe, entonces su verdad es consecuencia natural de sus opciones, es por lo mismo que la propia opción y coherencia con su verdad es aquella que le permite vivir en la virtud de la verdad, o sea, no requiere justificarse de nada, pues su verdad esta colocada en la propia rectitud como opción personal y no adoptada como norma moral que terceros han establecido y que no necesariamente comparte o asume. Es decir, el Ser espiritual Cristico es un buen ser humano porque primero se concibe a si mismo como un ser de virtud y busca por propia opción vivir bajo esa coherencia de la propia verdad que vive en él.
Si nos remitimos a lo que JesúsCristo declara a propósito de la concepción de la vida, nos dice que esta vida humana, es pasajera y que nuestra muerte y vida carnal es un estado de transito, pero que este paso por esta tierra tiene un efecto, una consecuencia en un estado de vida distinto a la vida humana, donde nuestras acciones, nuestros actos tendrán una consecuencia en ese nuevo estado de vida, “por sus frutos los conoceréis.” Mateo 7: 15-20.
Si Cristo declara que hay vida más allá de esta, y además, deja ver que aquello que hagamos en esta vida tendrá consecuencia en instancias posteriores, esa sola declaración nos muestra que la idea o concepto de vida que podemos tener humanamente es diferente a lo que Él, siendo la encarnación de una divinidad, reconoce como “la vida”.
Podemos encontrarnos con una gran cantidad de pasajes donde Cristo encarnado en Jesús habla y declara que en Él hay vida eterna y que el Reino de su Padre no es de este mundo, que somos libres, y es por esa conciencia que podemos ir descubriendo el sentido espiritual de aquello que declara. Si somos personas de fe en Cristo, entonces debiéramos profundizar estos elementos para que desde la inocencia podamos tener la comprensión de las leyes espirituales que Cristo en Jesus entregó.
Si realmente solo se vive una vez, y al momento de la muerte todo queda en nada, no hay mayor proyección en esta condición humana, donde nacemos enfermamos, envejecemos y morimos, y donde cabe preguntarse ¿Cuál es entonces el sentido de la vida?, ¿Por qué entonces cumplimos leyes y reglas morales, sociales o de buena crianza? Si en el fondo nuestro paso por este mundo no tiene ninguna relevancia.
Por el contrario, Cristo entregó las claves trascendentes donde tenemos todo por delante para que esta vida se muestre ante nosotros como el transito a una condición de nuevo cuerpo, ya no en la carne, sino que en el espíritu que Cristo liberó en el hecho de los tres días.
Antiguamente en Chile una de las materias o asignaturas importantes, sin ser la más importante, era la que se denominaba “castellano”, y que a lo menos tenía una polémica, su denominación, debido a que lo que nos enseñaban no era precisamente la lengua castellana. Pasaron décadas para que finalmente pudiera tener un nombre más cercano a la realidad “lenguaje”.
Más allá de los nombres eso es lo que se nos enseña, y que se nos enseñe no necesariamente implica que tengamos conciencia de lo importante que es el lenguaje, y más aún la palabra, como un elemento fundamental más allá de la comunicación. ¿Somos consientes realmente de lo que decimos o a lo que nos referimos, cuando hacemos uso del lenguaje y las palabras?
Probablemente en la mayoría de la latinoamérica cristiana no exista una frase tan, pero tan dicha como la que titula esta columna, “Que sea lo que dios quiera” o simplemente “Si dios quiere”. Una frase que puede salir de la boca de cualquier persona, incluso de un ateo. Porque claro, es parte de nuestra cultura. Muchas de las frases que usamos han sido transmitidas de generación en generación y comenzamos a usarlas porque el solo hecho que de frente a una situación “esa” frase aparece de manera automática, producto de lo arraigada que está en nuestra forma de hablar.
Así entonces, cuando estamos en una situación que no podemos controlar, o aquellas donde simplemente ya no hay nada más que podamos hacer o incluso cuando ya hemos hecho todo lo posible para resolverla sin los resultados que esperábamos, viene de seguro un rotundo “Que sea lo que dios quiera”. Como resignándose a que fuerzas sobre naturales resuelvan nuestra dificultad, inquietud o cumpla con nuestros deseos que humanamente no fueron satisfechos.
Es lógico que esto ocurra cuando durante miles de años, el dios que se nos ha enseñado es un ser lejano, una especie de ente amorfo llamado Padre, o de lo contrario es ese hijo del Padre que nos mostraron en la figura de Jesús, pero que está ahí clavado en una cruz, sin poder hacer nada, porque es casi como nosotros, solo que es perfecto en su humanidad, pero hombre al fin y al cabo, y que puede ser un interlocutor válido del otro ente mayor para pedir que nuestros deseos sean concedidos.
Sin embargo si tomamos el evangelio y revisamos como Cristo de define a si mismo, uno de los pasajes más relevantes es el dialogo con la samaritana en el pozo de Jacob (Juan 4;1-42). Donde no solo a una mujer (elemento que por si solo llama la atención, para el escalafón social en el que estaban las mujeres en aquella época), sino que además samaritana (que eran los parias de la sociedad en esos años). Es a ésta mujer a quien el mismo Jesús le declara que él es la encarnación del Cristo, el Mesías esperado, Elohim Mayor hecho ser humano.
Pero si creemos que esta divinidad existe hoy, incluso más allá de aquella encarnación en Jesús, y lo concebimos como divinidad entonces no estamos hablando bajo ninguna circunstancia, de un ser humano. Por ende no habla, ni piensa, ni hace como humano, pues tiene un sentido y esencia espiritual.
Como si esto fuera poco, a la mujer no solo le declara que Él es el Cristo, sino que le entrega la clave de que todos podemos orar al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4;23), es decir se puede tener acceso a la realidad divina por medio de la oración, en espíritu y en verdad.
Entonces si podemos acceder a esta realidad divina por medio, primero de la Fe, como la honesta realidad que hay en nosotros, y luego por medio de la oración, como diálogo sincero con Cristo que es conductor a esa realidad, ¿Por qué entonces tendríamos que dejar las cosas a lo que Dios quiera? ¿Por qué no usar las claves espirituales que Cristo entregó para saber cuál es ese “querer”? Que también podríamos llamar voluntad de Dios. Porque si somos personas de Fe, entonces no necesitamos intermediarios, para saber que es lo que Dios quiere. Bastaría con disponernos en oración a que este Cristo Vivo nos hable en sus modos y conozcamos que es aquello que Él quiere.
Es válida la pregunta, pero quizás muchas veces, es más cómodo endosarle a este dios amorfo y lejano una responsabilidad que no quiero asumir, antes que darme el trabajo de dejar atrás los asuntos del mundo, para disponerme en espíritu a un dialogo que podría colocar “mi mundo” al revés.
Quizás muchas personas prefieren dejar en manos de “dios” aquello que no son capaces de hacer, o simplemente tienen miedo de que la voluntad de Dios sea algo muy diferente a que ellos quieren y por eso mejor dejar la pelota en su lado.Quizás entonces la actitud de la virtuosa humildad sería preguntarnos ¿qué será lo que Dios quiere? Y así hacernos cargo de nuestra realidad, primero espiritual, para luego comprender mejor la emocional y humana.
Miles de situaciones y hechos pueden ocurrir en la vida de una persona, y miles de millones, si pensamos en los habitantes de todo el planeta. Sin embargo, una de las experiencias más relevantes para todos y cada uno, será la experiencia de la muerte o situaciones relacionadas con ella. Digo experiencia, porque la muerte como parte de la condición humana, tiene que ver con un hecho único que todo ser viviente va a vivir como ley absoluta de esta vida material. Todo ser humano en algún minuto, probablemente en su niñez, se enfrentará tendrá algún nivel de conciencia sobre el hecho que en algún minuto este cuerpo material morirá y eso no significa, ni quiere decir que lo entienda, posiblemente no lo haga. Y quizás tampoco en la edad adulta podamos comprender muchas cosas relacionadas con el instante de vivir esa experiencia de dejar el cuerpo físico.
Pero, ¿Qué pasa con los que nos quedamos acá? Somos los que nos quedamos aquí, en este plano material quienes tenemos que lidiar con los efectos humanos por la pérdida de un ser querido que deja esta condición humana. Es evidente que muchas personas han tenido que pasar por situaciones como estas, ya sea por experiencias personales donde han estado próximas a vivir la muerte, o por otras personas cercanas que hoy ya no están. Obviamente esto ha generado mucho dolor en quienes se quedan en esta realidad terrenal. Quizás, ahora mismo estás pensando en dejar de leer esto, porque te inquieta el solo hecho de pensar en dejar este mundo y aquello que hay en él. También a mi me angustiaba pensar en esto años atrás, y así también me inquietó cuando siendo niño miré mi cama antes de acostarme y me pregunté…¿Y si me acuesto y mañana no despierto? ¿qué pasaría?
Durante el siglo XIII comenzó a leerse en algunas lápidas de los cementerios del mundo, una abreviatura derivada del latín que decía R.I.P (Resquietcat in pace) descanse en paz. Y es interesante detenernos en esto porque para que exista el estado de descanso, necesariamente tiene que existir un estado de acción, de actividad, de trabajo. Si el descanso es también alivio entonces tiene que existir también un estado de fatiga, dolor o pena. Así también la caricatura del suicida que se despedía con la conocida frase «Adiós mundo cruel» denota la misma característica, que este mundo tiene un peso, una carga, que no es agradable y tampoco justo.
Lo anterior tiene sentido si pensamos que en este mundo hay condiciones espirituales particulares, que nadie nos ha explicado, y que bastante poco podemos encontrar en las nuevas bibliotecas digitales, y muchísimo menos en las tradicionales fuentes de información en papel. Es entendible entonces, que la situación emocional y humana de los que se quedan, sea bajo cualquier punto de vista, a lo menos triste. ¿Qué ocurre si comenzamos a indagar y profundizar en aquello que el hombre durante siglos se ha preguntado? ¿Qué hay más allá de esta condición humana y carnal?
Pues bien, hagamos el siguiente ejercicio, asumiendo que Cristo es un Dios encarnado en Jesús, y no un maestro, un hombre logrado, o un sabio que estuvo en la tierra. Tomemos la siguiente declaración «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16;33) Llama la atención que Cristo encarnado en Jesús declara que este mundo no es un lugar de Paz, sino que de tribulación, de cargas, de peso. Y que además él ha vencido al mundo, que tengamos confianza. Miremos las siguiente afirmación «Yo soy la resurrección y la vida, El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente ¿Crees esto?» Juan 11; 25-26. Cristo encarnado en Jesús declara en esta otra frase que Él es la vida, y que a pesar de dejar el cuerpo físico, desde Él (ósea, desde su paso por esta tierra y los hechos ocurridos en los 3 días después de la cruz)
Entonces, de acuerdo a estos dos extractos, sí más allá del cuerpo físico el ser sigue existiendo a pesar de perder su condición de humano, entonces puede haber un descanso, un alivio, pero de las condiciones asociadas a lo terrenal, y lejos está de un potencial fin, sino más bien es un comienzo en una realidad que Cristo bien conoce como co creador junto al Padre, y si tomamos lo que Él declara, luego de este paso por este mundo habrá más que hacer al cruzar el velo de la muerte. En estas dos frases hay un elemento fundamental y es aquél que se desprende de las palabras “confiad” y “crees” pues la fe de certeza se sustenta, bajo cualquier circunstancia, en el hecho que sé que quien me ha declarado algo hará efectivo aquello que me declaró, un amigo (a), mi padre, etc. es decir, el punto de la fe se sostiene en el nivel de certeza, de lo contrario es solo una posibilidad, es algo que no doy por hecho. Si tomamos lo que Cristo declara, asumiendo que soy una persona de fe de certeza, entonces de seguro obtendré paz, pero no dejaremos este mundo para ir a descansar, sino para seguir “trabajando” en la condición de vida espiritual, porque nadie obtiene vida sin un sentido y objetivo, de lo contrario está muerto. No sé Tú, pero a Mí que no me coloquen Q.E.P.D. cuando deje este traje.